Releer a Poe me ha hecho pensar que, quizás, las lecturas que más nos influyen cuando somos niños son las que conectan, en cierta manera, con nuestra forma de ser. En mi caso, no sé de dónde procede este gusto por las casas viejas y misteriosas, de estructuras laberínticas, cuyos muros guardan las historias de todos los que las habitaron y ya no están. Mi padre también tenía una especial predisposición hacia los lugares abandonados, románticos y encantados, así que supongo que sus gustos influyeron en mi personalidad, y que las lecturas posteriores perfilaron, todavía más, mi identidad. Lo cierto es que estas obsesiones siguen ahí, y cada vez que escribo, quiera o no, salen a la luz recordándome la niña que fui.
Tags: infancia
Abandonarse a las obsesiones infantiles
Durante las Navidades he estado dándole vueltas a lo que quería hacer con mi nuevo blog. Las entradas sobre recursos para escritores me parecían muy frías y necesitaba encontrar una nueva temática con que poder compaginarlas. Mi marido, que siempre consigue que me centre y focalice mis objetivos, me dijo que estaría bien que hablase del género sobre el que escribo, es decir, fantasía y terror.
¿Y esto para qué? Pues muy sencillo. Voy a intentar encontrar a mis lectores por medio de la bitácora. Ya sabéis que si Mahoma no va a la montaña… Pues eso. Aunque a lo largo de mi vida he leído de todo, últimamente me he dado cuenta de que en mis textos (ahora estoy escribiendo mi segunda novela) siempre aparecen mis obsesiones infantiles, que nacen de los primeros libros que leí y que me marcaron para siempre.