Toda novela tiene su génesis. En el caso de ‘Araneida’ empezó con un sueño hace ya siete años. Por aquel entonces mi marido —que en esa época era mi novio— y yo hicimos un viaje a Londres. Íbamos a realizar un curso, y teníamos por delante quince días para recorrer los rincones de la ciudad y empaparnos de su atmósfera, que nos deslumbró de manera inesperada. Londres era para mí la meca soñada, no sólo por las películas y las series de televisión, sino por los cuentos góticos y las historias de Sherlock Holmes que había devorado desde adolescente.
Así que me preparé a conciencia. Siempre que viajo tengo una obsesión: leo guías hasta saturarme, buscando lugares especiales que visitar aparte de los más emblemáticos. Entonces lo vi y supe que tenía que ir. Nunca había oído hablar de Highgate Cemetery, pero cuando vi las fotos del viejo cementerio victoriano del siglo XIX supe que iba a ser una de las visitas que más iba a disfrutar. Los horarios de apertura eran bastante restringidos, pero cabía la posibilidad de hacer un tour en grupo.